Hoy en día el equilibrio necesario para mantener la salud de muchas personas se está viendo alterado debido a diferentes factores relacionados con el estilo de vida actual: sedentarismo entendido como una enfermedad por carencia de movimiento, nutrición de escasa calidad que no cubre las necesidades diarias de ácidos grasos esenciales, aminoácidos, vitaminas y minerales, sobre carga emocional y laboral que conduce a una ineficiente gestión del estrés, y un insuficiente descanso nocturno que no es capaz de regenerar el daño oxidativo sufrido durante el día, entre otros elementos. Algunas de las patologías médicas más frecuentes y potencialmente graves de nuestros días tienen como base fisiopatológica dichos factores: síndrome del intestino irritable, trastornos relacionados con el gluten y síndrome metabólico.
Los factores genéticos, exceptuando la enfermedad celíaca, tienen muy poca relevancia en este grupo de enfermedades, estimándose según algunos estudios en no más de un 10%. La epigenética, ciencia que estudia el impacto de dichos factores en la salud, es una rama de la medicina que está experimentando un fortísimo desarrollo, debido principalmente a que por fin se está pudiendo demostrar científicamente la tremenda importancia que tiene nuestro estilo de vida en el mantenimiento o en la pérdida de la salud (refs. 1-3).
El síndrome del intestino irritable es la patología gastrointestinal más frecuente en la práctica clínica. Entender las interrelaciones neuroendocrinas que subyacen bajo su aparente simplicidad es algo absolutamente clave para poder abordar esta condición desde diferentes ángulos y acompañar al paciente hacia su curación. Entre otros conceptos implicados en su patogenia hay multitud de estudios sobre el eje cerebro-intestino, con la secreción por parte de las células enteroendocrinas del intestino de diferentes neurotransmisores que intervienen en dicho diálogo entre el sistema nervioso central y el intestino, la microbiota o flora bacteriana, población de microorganismos que supera en número al de todas las células del cuerpo humano y que está siendo muy estudiada actualmente por considerarse uno de los factores que más impacto tienen en la salud, el eje estrés-mastocito, con otra comunicación bidireccional entre el cerebro y el sistema inmune, las infecciones gastroenterológicas y la transmisión nerviosa del dolor o nociceptiva, por nombrar sólo algunos elementos que intervienen en la etiología de este síndrome (refs. 4-8).
Los trastornos relacionados con el gluten incluyen la alergia al trigo, la celiaquía y la sensibilidad al gluten no celíaca. Según algunos estudios se han vuelto más comunes, y probablemente no sólo por una mejora en los medios de diagnóstico, sino por un mayor contenido en gluten de los alimentos y por una alimentación alta en aditivos artificiales. Para poder ayudar a los pacientes que padezcan estas patologías será necesario entender a nivel molecular las reacciones del sistema inmune frente a esta proteína presente en algunos cereales, así como realizar un diagnóstico diferencial entre las diferentes condiciones y saber cómo manejar cada una de ellas a nivel clínico. Uno de los principales referentes a nivel mundial en este grupo de patologías, el pediatra y profesor de la universidad de Harvard Alessio Fasano, explica que para que se desarrolle una celiaquía es necesario que exista lo que se denomina hiperpermeabilidad intestinal, evento absolutamente clave para el desarrollo de patologías inmunes y autoinmunes y que consiste en un aumento de la “porosidad” del epitelio intestinal de manera que se filtran elementos que no deberían y se producen reacciones inmunes que conducen al desarrollo de dicha patología (refs. 9-12).
El síndrome metabólico se caracteriza por englobar diferentes patologías independientes: obesidad, hipertensión arterial, diabetes, dislipemia e inflamación sistémica de bajo grado. Cada una de ellas por sí mismas constituyen enfermedades consideradas “pandemias” y factores de riesgo cardiovascular, y dado el abrumador número de personas que las padecen es absolutamente necesario para un terapeuta entenderlas a nivel biológico, químico, endocrino e inmune, para así poder plantear un tratamiento amplio que englobe todos sus complejos aspectos. Entre otros mecanismos de acción se está analizando con mucha intensidad actualmente el papel de la grasa como un auténtico órgano endocrino productor de hormonas, entre ellas la leptina, la adiponectina, y diferentes citoquinas o moléculas comunicadoras y reguladoras de la inflamación, se está investigando cómo el endotelio vascular se transforma y dirige el proceso de arterioesclerosis, sobre todo en relación a la dislipemia o alteración del perfil lipídico, sabiéndose que uno de los principales factores que aumentan el riesgo cardiovascular es el numero de partículas de la lipoproteína LDL que sufren procesos de oxidación y no el nivel de colesterol total o incluso el nivel de LDL, se está también enfatizando de manera intensiva el papel del hígado como pivote central en el metabolismo energético y endocrino, debido principalmente a la avalancha de estudios en relación al hígado graso no alcohólico asociado al consumo masivo de fructosa refinada, y por último se está relacionando afortunadamente cada factor “independiente” con el síndrome metabólico de cada paciente, para así poder llegar a una visión más global de la patología y poder abordar de manera más eficiente al paciente (refs. 13-17).
Para terminar me gustaría añadir una reflexión personal, y es que la medicina actual se está revelando insuficiente para tratar las patologías “crónicas” asociadas al estilo de vida. En las salas de urgencias de los hospitales se producen milagros continuamente, cuando se salvan vidas con instrumental médico de alta tecnología, fármacos intravenosos que actúan en segundos y por supuesto personal sanitario altamente cualificado. Sin embargo, en las consultas de atención primaria se asiste cada día a un bloqueo farmacológico de los mecanismos fisiopatológicos desbordados, que sólo piden a gritos ser regulados eliminando los factores que están causando su desequilibrio. Este punto de vista, este proceder cotidiano, obviamente no cura, y se está viendo que en muchas ocasiones ni siquiera regula, o que pasado un tiempo necesita ser cambiado, aumentado o añadido, cosa por otro lado lógica si el paciente continúa desarrollando el mismo estilo de vida que le ha llevado a la enfermedad.
La única manera de curar a los pacientes es que entiendan la absoluta importancia del estilo de vida como factor regulador de la salud, y que busquen la ayuda de profesionales sanitarios que trabajen con este enfoque. La psiconeuroinmunología clínica se posiciona sin duda alguna como una de las alternativas más válidas para conseguir lo propuesto, aplicando la ciencia actual más rigurosa posible en la búsqueda del restablecimiento de la salud perdida del paciente. Juntos debemos y podemos ser felices, y para ello no existe otro camino que transitar por el equilibrio interno a través de los correctos estímulos externos. Que no nos engañen, la vida es para vivirla con plenitud y salud, y salvo excepciones está en nuestras manos y en las de nadie más.
“Es muy difícil enfermar. El cuerpo posee mecanismos de ajuste increíblemente sofisticados. Lo fácil es estar sano, y para ello sólo hay que realizar algunas cosas básicas: moverse en ayunas, comer de manera coherente, desarrollar una actitud constructiva y descansar lo suficiente”.
Autor: Dr. Paris Fernández.
Especialista en Medicina de Familia y Comunitaria vía MIR.
Especialista en PsicoNeuroInmunología Clínica.
Experto Universitario en Urgencias en Atención Primaria.
Director Médico de Regenera.
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