Se suele acudir a la interpretación psicológica o emocional cuando fracasa el análisis del campo de lo visible. Cuando no se encuentran causas que expliquen ciertas dificultades de salud o de aprendizaje se piensa: “Será psicológico”.
Desde esta perspectiva, lo psicológico no es tan real como lo físico e incluso, muchas veces parece una invención a modo de excusa para no afrontar la existencia.
Sin embargo, la respuesta emocional es consustancial a la predisposición física. En realidad, el aprendizaje es un asunto emocional combinado con movimiento corporal que luego da lugar a una formulación racional y siempre provisional. Cuando aprendemos algo sentimos una variación emocional y el deseo de mover el cuerpo.
Emoción tiene que ver con movimiento, con agitación interna que quiere ser expresada (e-movere). Nuestro cuerpo aprende muy pronto y de modo inconsciente a reflejar las emociones mediante posturas, gestos, expresión de la voz y mensajes textuales.
La mente, especialmente la inconsciente, es el cuerpo y la función del psiquismo en última instancia es la defensa de la vida.
El miedo ayuda a quedarse pálido y frío e invisible, oculto y confundido en la espesura del bosque para pasar desapercibido ante el depredador.
La rabia impulsa la sangre a la periferia para que manos y piernas puedan disponerse al afrontamiento de una eventual amenaza.
La sorpresa nos hace abrir los ojos en momentos en los que necesitamos dar entrada a un gran caudal de información en el sistema perceptivo para gestionar la incertidumbre y tomar decisiones eficientes.
Con el amor y la satisfacción sexual adoptamos una respiración profunda y satisfactoria que nos predispone a reacciones corporales globales vinculadas a la calma y atención propioceptiva.
El asco cierra la nariz y predispone a la boca y la garganta para rechazar olores y sabores que puedan resultar peligrosas para la salud. Muchos niños se hacen muy selectivos con los alimentos y manifiestan repulsión por cosas que hace poco comían ante la sorpresa de sus padres. Y esto suele coincidir con el momento en que comienzan a caminar y no tienen a los adultos cerca para indicarles qué pueden y qué no pueden comer.
La tristeza suele ir acompañada de una experiencia de duelo. La pérdida de seres queridos o de etapas vitales baja nuestra velocidad vital y la energía para acometer tareas. La ralentización del metabolismo corporal nos induce al encierro en el que valoramos las consecuencias de la pérdida y la toma de decisiones para afrontar una nueva etapa vital. Lamer las heridas en la cueva pone al individuo a salvo de posibles ataques en momentos de fragilidad.
En consecuencia, la economía psíquica es consustancial al pensamiento. La experimentación de la adversidad incluye tres aspectos:
- Una experiencia sensorial y emocional de sufrimiento.
- Referencias narrativas o cognitivas al respecto del sentido del sufrimiento.
- Reacciones, comportamientos y movimiento relacionados con la experiencia, tales como supresión o actuación violenta.
La experimentación de la adversidad, e incluso el sufrimiento de síntomas psíquicos puede entenderse como una llamada a la totalidad, una vuelta de la alienación a la adaptación. A la conexión con encuadres significativos para la persona.
Esto nos lleva a respetar el síntoma como indicador del proceso vital de su anfitrión. El comportamiento del síntoma nos habla de los aprendizajes y procesos adaptativos o no de la persona que lo manifiesta.
Lo que importa en la emoción no es ella misma, sino el modo como es querida.
Ferrater Mora, J. 1998: 994
Autor: Bernardo Ortín Pérez
Dr. Filosofía y Ciencias de la Educación
bernardo@zen-tre.com