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Bollería dulce en un plato

El cerebro dulce. ¿Por qué nos gusta tanto el azúcar?

Desde una perspectiva evolutiva, el gusto dulce se asocia a una fuente de energía muy rica. Y es que si teníamos la fortuna de encontrar un panal de abejas, estamos diseñados para podernos comer toda la miel que encontráramos. Da igual medio kilo que un kilo, ¡toda! Todo este azúcar somos capaces de almacenarlo en forma de grasa y, de este modo, tener reservas para sobrevivir en los momentos de falta de sustento. Por ello, lo llamamos cerebro dulce. Esta herramienta evolutiva es fantástica en un entorno de carencia donde el azúcar brilla por su ausencia.

Dos personas brindando con una bebida dulce

En la actualidad

El problema aparece hoy en día cuando aún mantenemos esa mismo registro evolutivo. Continuamos sintiendo atracción por el dulce pero en cambio nuestro entorno ha cambiado radicalmente. Sobre todo en los últimos 200 años, desde la Revolución Industrial, algo excesivamente reciente si consideramos los 2 millones años de nuestra evolución como Homo.No solo vivimos en un entorno de abundancia (podemos comer cada vez que queremos), sino también con una industria alimentaria que es conocedora de este cerebro dulce y lo tiene muy fácil para hacernos caer en sus trampas: sonidos, texturas, colores, dibujos favoritos de nuestros hijos… asociados a todos esos super productos hiperpalatables, llevándolos al extremo del sabor dulce. Ante esto, si nos dejamos llevar por el instinto evolutivo, no dejaríamos de comer azúcar y más azúcar. Y si entras en este bucle, cuando has comido una vez ya te arrastra a comer una segunda vez y así sucesivamente.

En este sentido, el Dr. Daniel Lieberman de la Universidad de Harvard dice: “La especie humana hoy en día no está preparada para elegir adecuadamente la comida”. Efectivamente, porque se continua moviendo por su instinto evolutivo. ¿Qué debemos de hacer entonces? Empoderarnos de información como esta que estáis leyendo y tomar las decisiones no ya desde el instinto, sino desde la corteza cerebral: no nos dejemos llevar libremente y caigamos en la trampa de la industria alimentaria.

Para ello, empezar a comer ALIMENTOS y NO PRODUCTOS será el primer paso para salir de este bucle adictivo. En un próximo post hablaremos de cómo llevar estas decisiones a un estilo de vida y no a una dieta. Esto permitirá manejarlo desde la tranquilidad sabiendo que comer algo de azúcar solo de vez en cuando tampoco supondrá un problema.

Autor: Carlos Pérez

Graduado en Educación Física y Fisioterapia
Msc Psiconeuroinmunología Clínica (UdG)
Cursando el Máster en Biología Molecular y Biomedicina (UdG)
Profesor y co-director del Postgrado Experto Universitario en Psiconeuroinmunología Clínica de Regenera.
Co-autor de los libros Paleovida y Mis Recetas Paleovida
Investigador colaborador en el proyecto Alimentación, microbiota y regulación de la inflamación.

Sobre el autor

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