Es evidente que el título de este post es una sátira a algo que un gran número de familias sufre cada mañana antes de ir al colegio. En la mente de los padres aparece el dilema de: “el desayuno es la comida más importante del día” frente a la cara de vuestros hijos insistiendo en que no les apetece comer nada, que no tienen hambre. Y ya tenemos el conflicto servido. Sí, no lo podemos negar, una mala forma de empezar el día.
Si se trata de una conducta tan común entre los más pequeños ¿Puede haber algo que se nos esté escapando?
Imaginaos por un momento que a lo largo de la evolución nuestro cuerpo hubiera dependido de un buen desayuno para poder funcionar adecuadamente y que, sin él, hubiéramos estado perdidos. Lo siento pero es un sin sentido. Afortunadamente el ser humano está dotado de un metabolismo energético. Lo que le permite ser capaz de moverse, contar con energía en el músculo y en el cerebro y de tener una buena función del sistema inmunitario aun y estar con la barriga vacía.
Nuestras reservas de grasas nos aseguran esa energía necesaria, y no hay que estar obeso para ello, vuestros hijos aunque estén delgados también las tienen. Y es que al contrario de lo que podemos pensar, justamente en este estado de “carencia” es cuando nuestro cuerpo tiene una mayor producción de dopamina, por ejemplo, la hormona del reto, de la ilusión, de la ganas de hacer. Es cuando nuestra sangre no está en el intestino para hacer la digestión, si no en la periferia. Y eso nos permite estar más despiertos, más atentos. Si el hambre agudiza el ingenio, por algo será.
En cambio, al comer, nuestro cuerpo se pone en modo almacenaje, donde como hemos dicho la sangre se dirige al sistema digestivo y estamos más aletargados. De hecho todos sabemos que después de comer es fácil que se nos cierren los ojos. Efectivamente no será el momento donde nos encontraremos más ágiles ni física ni mentalmente.
Es mediante el conocimiento de esta fisiología básica que debemos de saber que, si no tienen o tenemos (también sirve para los adultos) hambre nada más levantarnos, NO pasa nada si no comemos. De hecho la grelina, que es la hormona del apetito, no suele producirse hasta que han pasado unas 3-4 horas desde que nos despertamos. Entonces no solo es que no pase nada si no comemos, más bien todo lo contrario. Nuestros hijos acudirán a su escuela con altos niveles de dopamina y con la sangre dispuesta a dirigirse a los órganos, como el cerebro y/o los músculos, no al sistema digestivo. Esto les servirá para estar más atentos.
Por tanto quien tenga hambre nada más levantarse que desayune. Aunque en la mayoría de ocasiones tiene más que ver con una costumbre que con una necesidad real. Por eso en los niños no está instalado este hábito a diferencia de los adultos. Pero quien no tenga apetito al levantarse que no coma. No solo no pasa nada, sino que es lo más coherente para nuestra fisiología evolutiva. Es tan sencillo como esperar a desayunar en la hora del recreo donde ahí si que ya nadie se tendrá que pelear para que coman. Eso si, elegir como norma todo aquello que se parezca a un alimento y no a un producto.
Obligar a comer a quien no tiene hambre solo sirve para iniciar una batalla con la comida. Deberíamos de trabajar y educar para que la comida se asociara a la palabra “disfrutar” y eso solo se consigue cuando aparece el apetito.
Autor: Carlos Pérez
Graduado en Educación Física y Fisioterapia
Msc Psiconeuroinmunología Clínica (UdG)
Cursando el Máster en Biología Molecular y Biomedicina (UdG)
Profesor y co-director del Postgrado Experto Universitario en Psiconeuroinmunología Clínica de Regenera.
Co-autor de los libros Paleovida y Mis Recetas Paleovida
Investigador colaborador en el proyecto Alimentación, microbiota y regulación de la inflamación.