La neuroinflamación, la depresión y la neurodegeneración están estrechamente relacionadas y cada día hay más estudios y evidencias que así lo certifican. La depresión puede indicar un proceso neurodegenerativo subyacente en enfermedades como el Alzheimer. El estrés y la ansiedad sostenida en el tiempo, desencadenan la neurodegeneración y la neuroinflamación al activar el sistema neuroendocrino. Además hay una creciente investigación sobre el impacto de la microbiota intestinal en la neuroinflamación y como vía para poder prevenir y mejorar problemas de salud mental.
La neuroinflamación también se ha asociado con enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer y el Parkinson. En estas enfermedades, la inflamación crónica puede contribuir al daño neuronal y la progresión de los síntomas.
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Índice
¿Qué tiene que ver la neuroinflamación con la depresión?
La neuroinflamación es una reacción del sistema inmunitario del cerebro ante una agresión o una infección. Ésta implica la activación de unas células llamadas microglía, que liberan sustancias que pueden causar inflamación, como citoquinas, quimiocinas o radicales libres.
La neuroinflamación puede tener efectos positivos, como eliminar agentes nocivos o reparar tejidos dañados, pero también puede tener efectos negativos, como provocar daño neuronal o alterar la comunicación entre las neuronas cuando se da de forma prolongada o crónica en el tiempo.
🧠 Esta inflamación cerebral puede contribuir a la aparición y perpetuación de los síntomas de ansiedad por neuroinflamación, al afectar la función de las áreas cerebrales involucradas en la regulación emocional y el procesamiento del miedo.
La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por una tristeza persistente, una pérdida de interés por las actividades que nos suelen gustar, una baja autoestima y otros síntomas físicos como cansando y poca apetencia de realizar actividades físicas.
La depresión se relaciona con tres alteraciones neurobiológicas principales: una disminución de la serotonina cerebral, que es un neurotransmisor que regula el estado de ánimo, una alteración del eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA), que es un sistema que controla la respuesta al estrés, y una disminución de la producción de nuevas neuronas en el hipocampo, que es una región del cerebro implicada en la memoria y el aprendizaje.
La neuroinflamación y la depresión están estrechamente relacionadas y se influyen mutuamente. Por un lado, la neuroinflamación puede inducir o empeorar la depresión, al liberar sustancias que disminuyen la serotonina cerebral o alteran el eje HPA. Por otro lado, la depresión puede favorecer o acelerar la neuroinflamación, al generar estrés oxidativo, inflamación o inmunidad alterada en el cerebro. Así, se crea un círculo vicioso que contribuye al deterioro cognitivo y emocional.
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Factores que causan o agravan la neuroinflamación y la depresión
Los factores que pueden causar o agravar la neuroinflamación y la depresión son variados y pueden ser de origen genético, ambiental o epigenético. Algunos de estos factores son:
- Genéticos: existen genes que predisponen o aumentan el riesgo de sufrir depresión o neuroinflamación, como el gen TREM2, que regula la respuesta inflamatoria en el cerebro, o el gen SERT, que regula el transporte de serotonina en las neuronas.
- Agentes externos que pueden dañar al cerebro o alterar su equilibrio, como los tóxicos como el consumo de tabaco, alcohol o drogas, los metales pesados, los pesticidas, la contaminación, los virus, las bacterias o los hongos. Estos agentes pueden provocar estrés oxidativo, inflamación o inmunidad alterada en el cerebro.
- Hábitos no saludables: principalmente el estrés mental, ya que altera el equilibrio entre neurotransmisores como la serotonina. También trastornos metabólicos, como la obesidad, la diabetes o el síndrome metabólico, que pueden generar resistencia a la insulina, dislipidemia o hiperglucemia y afectar al metabolismo cerebral. O un estilo de vida poco saludable, la falta de ejercicio físico o de actividad mental y social.
Estrategias para prevenir y tratar la neuroinflamación y la depresión
Hay algunas estrategias que pueden ayudar a prevenir o retrasar su aparición o a mejorar los síntomas de la neuroinflamación y así, poder alejar la depresión de nuestras vidas. Los hábitos de vida saludables son la mejor herramienta para alejar la depresión y la neuroinflamación.
La clave está en un estilo de vida saludable
Se recomienda seguir una dieta equilibrada y rica en antioxidantes, como la dieta mediterránea, comer grasas de calidad y saludables (como el Omega 3). Es importante que utilicemos la comida para lo realmente fundamental, que es el aporte de nutrientes y vitaminas de calidad. Además de evitar, por supuesto, una mala alimentación rica en azúcares o grasas trans, o tóxicos como el alcohol.
Sin duda, hacer ejercicio físico moderado y regular adaptado a tu estilo de vida, también son fundamentales. Hay que incorporar el ejercicio como una rutina que nos haga disfrutar y no como una obligación. Para poder practicarlo de forma duradera en el tiempo.
Por supuesto, mantener una buena calidad del sueño y estimular la actividad mental y social. Dormir es clave para poder descansar la mente y nuestro cerebro. Actividades que relajen nuestra mente como el yoga, la respiración profunda o leer pueden mejorar nuestras capacidades ante el estrés y la depresión.
Zinc y ácidos grasos omega-3 como reductores de la neuroinflamación
El zinc y los ácidos grasos omega-3 también desempeñan un papel importante en la reducción de la neuroinflamación. La deficiencia de zinc se ha asociado con un mayor riesgo de depresión y puede contribuir a la inflamación cerebral.
Por otro lado, los ácidos grasos omega-3, principalmente presentes en pescados grasos como el salmón y las sardinas, tienen propiedades antiinflamatorias y pueden ayudar a reducir la respuesta inflamatoria en el cerebro.
La curcumina, un compuesto de la cúrcuma, también ha sido objeto de estudio en relación con la prevención de la depresión y la neurodegeneración. Sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes pueden influir positivamente en la función cerebral y proteger contra el daño neuronal.
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Neurodegeneración: ¿Qué es y cómo se relaciona con la neuroinflamación?
La neurodegeneración es un proceso patológico que afecta a las neuronas, las células nerviosas encargadas de transmitir información en el cerebro y el resto del sistema nervioso. La neurodegeneración implica la pérdida progresiva de la estructura y la función de las neuronas, lo que conduce a su muerte celular. Este fenómeno puede causar diversos trastornos neurológicos, como el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis múltiple o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
La relación entre la neurodegeneración y la neuroinflamación es compleja y bidireccional. Por un lado, la neurodegeneración puede inducir o agravar la neuroinflamación, al liberar sustancias que activan a las células gliales o al generar estrés oxidativo. Por otro lado, la neuroinflamación puede favorecer o acelerar la neurodegeneración, al producir sustancias que dañan a las neuronas o al interferir con su funcionamiento normal. Así, se establece un círculo vicioso que contribuye al deterioro cognitivo y motor de los pacientes.
La barrera hematoencefálica (BHE) y la neuroinflamación
Los microbios que viven en nuestro intestino pueden afectar nuestra salud de muchas maneras. A veces, pueden causar problemas en nuestro cerebro, como pérdida de memoria, temblores o debilidad. Estos problemas se llaman enfermedades neurodegenerativas, y algunas de las más conocidas son el Alzheimer, el Parkinson y la esclerosis múltiple. Pero, ¿cómo es posible que los microbios del intestino lleguen al cerebro? ¿No hay una barrera que los impida?
Pues resulta que sí hay una barrera, pero no es perfecta. Se llama barrera hematoencefálica (BHE), y es una capa de células muy especializadas que rodean los vasos sanguíneos del cerebro. Su función es proteger al cerebro de las sustancias nocivas que circulan por la sangre, como virus, bacterias o toxinas. Pero también tiene que dejar pasar las sustancias necesarias para el funcionamiento del cerebro, como el oxígeno, la glucosa o las hormonas.
💥 Por eso, la BHE tiene que ser selectiva y regulable, es decir, tiene que saber qué dejar pasar y qué no, y poder cambiar según las necesidades.
La barrera hematoencefálica también tiene un papel importante en el sistema inmunitario, que es el conjunto de defensas que tenemos para combatir las infecciones. La BHE puede detectar si hay algún agente extraño en la sangre y enviar señales al cerebro para activar la respuesta inflamatoria. La inflamación es un proceso normal y beneficioso cuando hay una infección, porque ayuda a eliminar al invasor y reparar el daño. Sin embargo, cuando la inflamación se prolonga en el tiempo o se produce sin motivo, se vuelve perjudicial y puede dañar a las propias células del cuerpo.
El equilibrio entre el intestino y la neuroinflamación
Esto es lo que ocurre cuando los microbios del intestino alteran el equilibrio normal de la barrera intestinal, que es otra capa de células que recubre el interior del tubo digestivo. La barrera intestinal también tiene una función protectora y selectiva, pero puede verse afectada por factores como la dieta o la edad. Recuerda que ya te hemos hablado del intestino permeable o permeabilidad intestinal y como afecta la dieta a su función.
⚠️ Cuando la barrera intestinal se debilita o se rompe, los microbios del intestino y sus productos pueden pasar a la sangre y provocar una inflamación crónica sistémica (GM-SCI), además de poder llegar al cerebro y producirse la neuroinflamación.
Una inflamación crónica puede tener consecuencias graves para la salud, ya que puede favorecer el desarrollo de varias enfermedades crónicas. Una de ellas es la alteración de la barrera hematoencefálica que pierde su capacidad de regular lo que pasa al cerebro. Así, los microbios del intestino y sus productos pueden llegar al cerebro y causar neuroinflamación y neurodegeneración, que son procesos que dañan a las neuronas y afectan a sus funciones. Esto puede provocar síntomas como depresión, deterioro cognitivo o envejecimiento cerebral.
Uno de los mecanismos clave es el efecto de las citocinas inflamatorias, que son unas moléculas que se liberan durante la inflamación y que pueden alterar las señales que mantienen la integridad de la barrera hematoencefálica.
Los microbios del intestino y sus productos tienen un papel importante en la inflamación crónica sistémica y el envejecimiento cerebral.
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Fuentes y estudios relacionados:
- Neuroinflamación y depresión: una revisión: Cierta evidencia clínica y preclínica reciente sugiere que la neuroinflamación es un factor clave que interactúa con los tres correlatos neurobiológicos del trastorno depresivo mayor: agotamiento de la serotonina cerebral, desregulación del eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA) y alteración de la producción continua de adultos.
- Neurodegeneración e inflamación: Una interacción interesante en la enfermedad de Parkinson. La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo, causado por, hasta el momento, mecanismos patogénicos desconocidos. No hay duda de que los mecanismos inmunomediados proinflamatorios son fundamentales para la patogenicidad y la progresión de la enfermedad.
- Rol emergente de la microbiota intestinal en la modulación de la neuroinflamación y la neurodegeneración con énfasis en la enfermedad de Alzheimer: La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad multifactorial compleja que implica neuroinflamación crónica y neurodegeneración. Se ha informado recientemente que la modulación de este eje afecta la patogenia de enfermedades neurodegenerativas, como el alzheimer.