¿Has oído hablar de la DIETA PALEO? Es muy probable que sí. Algunos la llaman también dieta del paleolítico, dieta evolutiva o dieta basada en la evolución. Su argumento teórico es que nuestro código genético apenas ha variado un 5% en los últimos 15.000 años. En ese momento se inició la revolución neolítica y empezó el consumo de cereales, lácteos y legumbres de forma habitual.
Mi experencia con la dieta paleo
La primera vez que escuché hablar de la dieta paleo fue hace 15 años y me pareció un nombre un poco ridículo. Además, hice la misma broma del “taparrabos” que puedes haber hecho tú mismo o que te pueden haber hecho a ti. Pero, por otro lado, su enfoque de contemplar la biología desde un enfoque evolutivo me interesó muchísimo.
En aquella época de mi vida, empezaba a fascinarme todo aquello que tuviera una explicación biológica plausible. Es por eso empecé los estudios de Psiconeuroinmunología Clínica, donde la alimentación es una de las herramientas que se utiliza para tratar y evitar enfermedades. En realidad, jamás antes en mi vida había contemplado que la alimentación pudiera ser importante para evitar problemas intestinales, mejorar problemas de acné, solucionar dolores articulares, etc.
Como yo creo que para hablar algo primero hay que probarlo, me decidí a probar la dieta paleo. No te voy a engañar, al principio me costó mucho. A mí me encantaba comer bocadillos para desayunar y macarrones para comer.
Por aquel entonces, yo tenía 23 años y trabajaba como fisioterapeuta en una consulta privada en Barcelona. Y también daba algunas horas de clase en la Facultad de Fisioterapia de Girona. Por tanto, mis conocimientos sobre el aparato locomotor y los problemas musculares, articulares y óseos, eran bastante altos. Sin embargo, como suele pasar, “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Y es que recuerdo que cuando acababa la jornada laboral, sufría de un dolor lumbar en barra. Este dolor era me obligaba a estirarme en el sofá durante mínimo 20 minutos antes de poder hacer nada más.
Cuál fue mi sorpresa al cabo de 1 mes de cambiar mi alimentación y de aplicar otras cosas que también aprendí en la formación de Psiconeuroinmunología Clínica: ¡mi dolor lumbar despareció en un 90%!
La dieta paleo desde una visión profesional
Al conocer mi historia es normal pensar que estoy enamorado de la DIETA PALEO y que no soy objetivo. Esto podría hacer pensar que mi rigurosidad a la hora de hablar de alimentación podría ser poca.
Pues nada más lejos de la realidad. Aquel suceso de mi vida me estimuló aún más para formarme en Psiconeuroinmunología Clínica primero. Después fue Biología Molecular y Biomedicina para entender los mecanismos fisiológicos por los que la alimentación, la salud intestinal, las emociones, el estrés, la alteración de los biorritmos pueden dar problemas de salud y bienestar.
Quizás eres una persona que, como yo, consideras la evidencia científica algo imprescindible para poder opinar de algo tan importante como la alimentación. Si es así, puedes leer este post que escribí hace algunas semanas sobre “Evidencia científica y alimentación”.
Volviendo a la clínica, durante estos 15 años, he visitado multitud de pacientes con dolor lumbar, migrañas, estreñimiento, fatiga crónica, etc. En muchos de estos casos ha sido suficiente con una alimentación basada en la evolución. Pero en muchos otros casos no.
Cada persona es un universo diferente, y como tal, cada paciente también lo es. Es por ese motivo que el éxito en la clínica sólo es posible alcanzarlo con una medicina personalizada y también con una alimentación personalizada. Por ejemplo, problemas de fermentación excesiva en el intestino delgado, pueden hacer que un alimento tan saludable como las ciruelas, sean causa de gases, hinchazón abdominal y malestar.
A continuación, voy a detallar para ti los diferentes puntos que desde mi experiencia clínica y teórica, deben tenerse en cuenta antes de intervenir en la alimentación de cualquier persona:
1. Alimentación basada en la evolución
Es un buen punto de partida. Como marco teórico tiene una hipótesis biológica muy válida y además significa asumir muy pocos riesgos a nivel de alimentación. Se basa sólo en comer frutas, verduras, tubérculos, carne, pescado, marisco, huevos, frutos secos y agua.
Propone evitar todos aquellos productos aparecidos después de la revolución neolítica. Entre estos productos se encuentran: cereales, lácteos y legumbre. Pero también hay todos los aparecidos a raíz de la revolución industrial: comida precocinada, bebidas azucaradas, productos procesados, bollería…
Para conocer con más detalle los pros y contras de este tipo de alimentación puedes leer este otro artículo de nuestro blog.
2. Nutrigenómica
La nutrigenómica consiste en el estudio de las interacciones entre el genoma humano y los nutrientes. Propone que cualquier intervención dietética para prevenir, mitigar o curar enfermedades crónicas debe estar basada en el conocimiento de las necesidades nutricionales y el genotipo del individuo.
Será en este punto donde deberemos conocer si el paciente presenta adaptaciones genéticas para el consumo de determinados nutrientes como por ejemplo la lactosa, o por contra, debe evitar su consumo, ya que no tiene los polimorfismos genéticos que le permitan su digestión. Existen pruebas genéticas para conocer la presencia de polimorfismos específicos.
También hay indicadores clínicos como por ejemplo los morfotipos, que pueden darnos mucha información sobre el tipo de alimentación que pueda necesitar nuestro paciente.
3. Microbioma
Si en la nutrigenómica se habla de adaptaciones del genoma humano para poder consumir alimentos que llevan poco tiempo con nosotros, el microbioma es la carga genética que contienen los microbios que conviven con nosotros principalmente en nuestro tubo digestivo. Igual que pueden generarse adaptaciones en el genoma humano, también pueden aparecer mutaciones en el ADN de nuestro microbiota. Estos cambios pueden provocar una mejor o peor digestión de determinados alimentos.
4. Microbiota
Además de las adaptaciones en el genoma microbiano, las modificaciones en el ecosistema de microorganismos pueden dar lugar a la aparición de síntomas intestinales. Además, hay que pensar que los síntomas pueden aparecer con el consumo de alimentos considerados saludables.
Uno de los casos más habituales es el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO por sus siglas en inglés). Como ya te anticipaba antes, comer productos saludables como la ciruela o la pera, pueden dar lugar a un exceso de fermentación. Como consecuencia, la persona puede tener hinchazón abdominal, gases, diarrea y malestar.
5. Alergia de tipo 1
Reacción inmediata (o atópica, o anafiláctica) mediada por Ig E. Es una respuesta alérgica provocada por reexposición a un tipo específico de antígeno referido como un alérgeno. La exposición puede haber sido por ingestión, inyección o por contacto directo.
Imagina que tienes alergia al huevo o al pescado. Por mucho que la paleodieta diga que es un buen alimento, estoy seguro de que no lo vas a consumir.
6. Sensibilidad alimentaria
La sensibilidad alimentaria está vinculada al incremento de los anticuerpos IgG por parte del sistema inmunitario tras la ingesta de determinados alimentos. En condiciones normales, estos anticuerpos forman complejos con las proteínas de los alimentos. El sistema inmunológico elimina posteriormente estos complejos sin que se produzca ningún efecto adverso. Si los sistemas digestivo o inmunológico se encuentran comprometidos, estos complejos se pueden depositar por todo el organismo y provocar inflamación. Esto puede causar infinidad de síntomas como fatiga, síndrome colon irritable (SCI), hinchazón, migraña u obesidad. En esta situación, el organismo considera que los alimentos son un “problema”. Los síntomas pueden prolongarse durante varios días o más. Con frecuencia son intermitentes, lo que dificulta la identificación de los alimentos que el organismo tiene problemas para procesar.
Es muy habitual encontrar pacientes con problemas de sensibilidad alimentaria a alimentos considerados saludables, como por ejemplo el huevo o los frutos secos. También encontrar pacientes con migrañas rebeldes y muchos años de evolución, síndrome de colon irritable, dismenorreas severas o problemas de rinitis recurrentes. Para detectar los alimentos que provocan una respuesta inmunitaria mediada por IgG es imprescindible realizar análisis de sangre específicos.
A continuación, una ilustración creada por mí, donde te resumo visualmente los 6 puntos que acabamos de ver:
¿Existe una dieta definitiva?
A estas alturas, estaremos de acuerdo que la respuesta a la pregunta inicial de este artículo no es muy clara. No existe una dieta o una alimentación universal para todas las personas, sino que se trata de una alimentación personalizada para cada individuo.
Por tanto, para poder trabajar en clínica con alimentación, hace falta tener un conocimiento muy exhaustivo de la fisiología del paciente y realizar las pruebas complementarias convenientes para poder realizar un abordaje clínico personalizado.
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Autor: David Vargas Barrientos
Graduado en Fisioterapia
Máster en Psiconeuroinmunología
Máster en Biología Molecular y Biomedicina
Técnico Superior en Dietética y Nutrición (En curso)
Profesor y codirector del Postgrado Psiconeuroinmunología Clínica de Regenera
Doctorando en Biología Molecular