Día y noche. Luz y oscuridad. Desde los primeros organismos que aparecieron en la Tierra, que tuvieron que proteger su ADN de los rayos ultravioletas, a las petunias, que desprenden su aroma al anochecer para atraer a sus polinizadores nocturnos. Todos los seres vivos hemos tenido que adaptarnos a un planeta en el que amanece y anochece. El sol se levanta y se pone cada veinticuatro horas, y esta alternancia entre tinieblas y luz ha ido dejando su impronta en nuestros mecanismos más íntimos. Sin que nos demos cuenta de ello, nuestro genoma se expresa de manera circadiana, y ello afecta a un sinfín de procesos fisiológicos. Entre ellos, y de manera muy significativa, a la fertilidad. Estamos hablando de los ritmos circadianos.
Ritmos circadianos y fertilidad
Puede que os sorprenda, pero sí, nuestra capacidad de reproducirnos va ligada a esa ley inexorable que nos dice que tras el día llega la noche. Habitualmente, cuando hablamos de ritmos circadianos tendemos a pensar únicamente en los trastornos asociados al sueño y la vigilia. Pero sus implicaciones van mucho más allá. Hoy sabemos que el 50% de los genes de nuestros órganos se activan y desactivan coordinadamente en distintos momentos del día. Y estos hallazgos han tenido tal repercusión y anticipan tantos hallazgos prometedores que, en 2017, se concedió el premio Nobel a tres biólogos, Rosbash, Young y Hall, por discernir el entramado molecular que hay detrás de la expresión de los ritmos circadianos.
Si nos paramos a pensarlo, tiene toda la lógica del mundo que estemos regidos por estos ritmos. Tras millones de años de luz y oscuridad, nuestro cuerpo no espera sino eso: luz y oscuridad. Por eso, una alteración en ese ritmo desencadenará también alteraciones en nuestra función. Las más evidentes las sufrimos cuando nuestro cuerpo se vuelve del revés tras un viaje trasatlántico. O también después de una semana de desfase. Si es una alteración puntual, lo normal es que en pocos días nos hayamos recuperado. Pero si permanece en el tiempo -trabajos por turnos, falta de exposición a la luz natural…- termina provocando trastornos emocionales, cognitivos y, también, somáticos. No solo nos sentimos más irritables o tenemos problemas de concentración. Sin que seamos conscientes de ello, estamos comprando papeletas para sufrir trastornos metabólicos y alteraciones de nuestra inmunidad.
Pero también estamos comprando boletos para que nuestra salud hormonal se resienta. Pensemos que todas las hormonas se expresan de manera circadiana. Está ampliamente descrito que el momento en que se secretan no va ligado al azar, sino a la evolución. Las distintas hormonas se van liberando en diferentes instantes por mandato biológico: nuestra fisiología ha entendido que es lo más adecuado.
El día, la noche y las hormonas
Si nos preguntaran si hay algún proceso en nuestro cuerpo que siga un ritmo determinado responderíamos de inmediato que el ciclo menstrual. Como su propio nombre indica, es un ciclo. Por eso resulta curioso que se haya tardado tanto en investigar la relación entre los ritmos circadianos y el eje hormonal. Pero hoy vamos sabiendo algunas cosas muy interesantes:
Se ha demostrado que la melatonina, la hormona circadiana por excelencia, está muy relacionada con ciertos tipos de cánceres hormonales.
En un estudio realizado en 2001 (estudio) se vio que la incidencia de cáncer de mama era un 50% mayor en mujeres con trabajos nocturnos. (Tan es así, que en 2007 la OMS declaró cancerígena la exposición a la luz nocturna). Los estudios sobre melatonina han demostrado que es protectora frente al cáncer y que funciona en los ovarios como un antioxidante muy potente.
A partir de este conocimiento, se fue viendo que las mujeres en trabajos nocturnos también eran más propensas a tener otro tipo de alteraciones que afectaban a su salud reproductiva: (estudio)
- En la menstruación: ciclos irregulares y mayor riesgo de endometriosis
- La ovulación: desajustes en la liberación de estradiol, gonadotrofina, melatonina y cortisol
- En el embarazo: mayor tasa de abortos espontáneos
- En el parto: mayor incidencia de bebés pretérmino o con baja tasa al nacer
¿Qué nos indica todo esto? Que el modo en que las mujeres se exponen a la luz y a la oscuridad va a repercutir en su función hormonal, y ésta en su fertilidad. Ampliando la visión, nos sugiere asimismo que, si está afectada la fertilidad, no serán solo las hormonas femeninas las que estén influidas por los ritmos circadianos, sino también las masculinas. Y, por tanto, que la capacidad reproductiva del hombre también se va a ver afectada por los ritmos circadianos. Veamos cómo es esto.
El amor… por la mañana
A menudo veo en consulta a parejas que están intentando tener un segundo hijo y no lo consiguen. Cuando les hago la historia clínica, me cuentan que no tuvieron problemas para ser padres, pero que ahora llevan tiempo detrás de otro embarazo… sin éxito. Me cuentan también cómo es su vida: mucho trabajo, todas las horas del día ocupadas, comida rápida de táper, extraescolares, compra, casa, preparar una presentación de última hora, el baño de la peque, la cena… Llegan reventados a la noche y es entonces cuando recuerdan que quieren otro hijo y que tendrían que hacer los ‘deberes conyugales’. Porque sí, para ellos hacer el amor termina convirtiéndose en una obligación más. Mal asunto.
No, el cuerpo no puede responder igual por la mañana que al final del día
Y yo me pregunto cómo es posible que algo tan importante para la perpetuación de la especie lo reservemos para el final del día. Para cuando ya hemos hecho todo lo demás y estamos agotados. No, el cuerpo no puede responder igual que por la mañana. Y misma biología ya nos lo está indicando con las erecciones matutinas: quiere que ESO sea lo primero que se haga. Además, la calidad del esperma no es igual a primera hora de la mañana que por la noche. Hay una diferencia significativa en la morfología, la movilidad y el recuento de los espermatozoides.
Es cierto que en el hombre se hace más ostensible esa predisposición matinal al sexo. Pero la biología de la mujer también la incita a ello. En el 80% de las mujeres, el pico ovulatorio se produce en torno a las ocho de la mañana. (estudio) A esa hora, todos los tejidos del cuerpo van a estar preparándose para estar receptivos a esa ovulación. No solo eso: necesitamos también que nos apetezca, y ahí entra en juego la testosterona, una hormona que tanto en el hombre como en la mujer se libera por la mañana y que estimula la libido femenina. Hay estudios que han observado que los niveles de testosterona de la pareja se correlacionan con una mayor iniciativa femenina para el acto sexual. Cuanta más testosterona tenga el hombre, más ganas tendrá la mujer.
Y hablando de ganas…
Pensemos en el humor: necesitamos un buen estado anímico. Y los estudios corroboran que, en esto, también hay un marcado componente circadiano. También que, en general, las personas sanas tienen un mejor humor por la mañana y va decayendo a medida que pasan las horas.
Estado de ánimo, hormonas sexuales… ¿alguien más que esté ayudando a la supervivencia de la especie? Sí, el sistema inmunitario y el cortisol, y también lo van a hacer con un sentido circadiano, solapándose para favorecer el éxito reproductivo. El proceso es fascinante: durante la noche, disminuye el cortisol -que es una hormona inmunomoduladora- y el sistema inmune toma las riendas para permitirnos profundizar en las fases reparadoras del sueño, descansar y regenerarnos. Pero, por la mañana, las tornas cambian. Si buscamos la fecundación, no nos interesa un sistema inmune tan activo que se ponga alerta ante la entrada de espermatozoides, de células con ADN no propio. Por eso se produce un pico de cortisol, que inactiva el sistema inmune y permite que el espermatozoide, una célula ajena al organismo femenino, pueda fecundar al óvulo con éxito. Es una ventana de oportunidad cortita: una vez fecundado el óvulo, rápidamente se solicita ayuda al sistema inmune para que facilite el desarrollo embrionario. (estudio)
Algo estamos haciendo mal…
…Y no es solo una cuestión de alcoba. Ya hemos visto que la biología nos ha preparado para que nos reproduzcamos por la mañana. Y ahí estamos, al alba, con todos nuestros encantos desplegados para tener éxito y lograr concebir un hijo. Pero, demasiado a menudo, no es suficiente. El problema es que nuestros ritmos circadianos sufren a diario continuos desajustes, y ello hace que no seamos tan eficientes para la reproducción.
¿Es de día o de noche?
Continuamente estamos confundiendo a nuestros ritmos circadianos. A lo largo de toda nuestra vida como especie, solo había un foco de luz y las sombras estaban ordenadas. En la actualidad, y desde hace muy poco tiempo, hay múltiples focos y sombras. Esto configura un entorno alarmante que genera estrés y ocasiona problemas.
- Nos ponemos gafas de sol y decimos a nuestro núcleo supraquiasmático que no es de día
- Durante la noche, en lugar de iluminarnos con luces anaranjadas -las más parecidas al fuego- lo hacemos con las luces blancas y azules de nuestros dispositivos electrónicos: portátil, tablets, móvil…
- Nuestro lugar de descanso, nuestro dormitorio, no está completamente a oscuras: siguen brillando múltiples puntitos de luz (el piloto de la tele, el de la impresora, el del router…)
Y algo que debemos saber es que, a medida que nos vamos haciendo mayores, necesitamos una mayor claridad en los ritmos circadianos. Esto se explica muy bien en un interesantísimo estudio realizado en ratitas. Se tomaban dos grupos de ratonas, unas jóvenes y otras de mediana edad, y se les desajustaba el número de horas de luz. Pues bien, las ratitas jóvenes mantenían un ritmo menstrual normal, pero a las adultas se les volvía irregular. Sí, eso que siempre decimos de que ya no nos recuperamos con tanta facilidad de una noche de jarana se puede llevar también a este terreno. Con los años, vamos acumulando estresores y desajustes circadianos que terminan afectando al ciclo reproductivo. Así que es normal que el segundo hijo nos cueste más que el primero.
¿A qué hora comemos?
Estamos diseñados para comer con hambre. Y ahora es cuando tú me dices: ‘A ver, Néstor, qué tontería acabas de escribir, pues claro que estamos diseñados para comer con hambre…’. Entonces, ¿por qué nos bombardean con mensajes para que comamos cinco o seis veces al día? Así no podemos llegar con hambre a la hora de la comida.
No, no tiene sentido llegar a la comida sin hambre. Nuestros ritmos circadianos nos piden que dejemos una amplia ventana desde la última comida del día a la primera que hagamos. Nos piden que comamos de día y que entre el desayuno y la cena no transcurran más de diez horas. Nos dicen que es suficiente con dos o tres comidas al día y que tendremos más energía, mejor descanso… y mayor fertilidad.
Y entonces, ¿cómo arreglamos todo esto?
- El reloj del cuerpo es un sistema antiguo y común a toda la vida en la tierra. Para calibrarse, se basa en la luz solar y la oscuridad. Y también en los periodos de actividad y descanso, en la temperatura y en las ingestas.
- Pero con nuestras luces eléctricas, nuestras tiendas 24 horas, nuestros come cinco veces al día. Con nuestros iPad y nuestros cerebros ‘always on’ alimentados por Starbucks nos hemos desvinculado del pulso fundamental de nuestro planeta. Nos hemos convertido en la primera especie que con su conducta puede autoextinguirse. Perder el éxito reproductivo.
Reconectarse es fácil. Visita espacios al aire libre y evita la luz durante la noche. Practica Time Restricted Feeding (TRF), muévete y ten tiempo para lo importante.
Autor: Néstor Sánchez
Co-director y docente del Postgrado Experto Universitario en Psiconeuroinmunología Clínica de Regenera por la Efhre International University
Máster en Psiconeuroinmunología Clínica
Máster en Biología Humana