Como vimos en un anterior post, la grasa visceral activa nuestro eje de estrés. De hecho, es la responsable. Pero con el inconveniente de que no se trata de una activación aguda y puntual. Es un estado que se mantiene en el tiempo ocasionando problemas en nuestra salud como alteraciones cardíacas, hipertensión, dislipidemia y/o diabetes tipo II. Reducir grasa visceral nos ayudará a evitar estos problemas. Veámoslo.
Cómo se activa el estrés por la grasa visceral
El adipocito es la célula de nuestro cuerpo encargada de almacenar la grasa corporal. Tiene una estructura muy similar a la de un macrófago -célula inmunitaria-. Cuando se “satura” y ya no es capaz de almacenar más grasa, empieza a liberar moléculas proinflamatorias. Como si se tratara de una llamada de auxilio.
La activación permanente de nuestro sistema inmune producirá pérdida de nuestra salud
Esta situación activa lógicamente al sistema inmunitario que acude para ayudarlo pensando que se debe de tratar de una infección o de un traumatismo. Pero ¿cuál es su sorpresa? Pues que no puede resolverlo porque se trata de un exceso de grasa. Algo que ocurre desde hace muy poco tiempo desde una perspectiva evolutiva y para lo que nuestro sistema inmune no está diseñado.
Ambas vías, ya sea la neurológica o la humoral, acaban por generar un estado inflamatorio de bajo grado. Así como una activación permanente de nuestro sistema inmune y de nuestro eje de estrés. Insistimos que ambos sistemas, el neurológico y el inmunitario, están diseñados para actuar de forma breve, aguda e intensa. Su activación mantenida en el tiempo será responsable de la pérdida de nuestra salud.
Reducir grasa visceral minimiza la aparición de patologías cardiovasculares, cerebrovasculares, neurodegenerativas, etc.
Patologías que podemos evitaur al reducir grasa visceral
Más allá de la estética, recuperar la cintura abdominal es algo prioritario. Una manera de conseguirlo es al reducir grasa visceral. Así podremos evitar problemas de salud que azotan y de qué manera a los países desarrollados. Se trata de enfermedades que más allá de mejorar gracias a los avances médicos y a la sociedad del “bienestar” (que sería lo coherente), empeoran año tras año de manera exponencial (parece el mundo al revés).
Nos referimos a patologías cardiovasculares -angina de pecho y/o infarto de miocardio-. También a patologías cerebrovasculares como el ictus, patologías neurodegenerativas como el Alzheimer, patologías autoinmunitarias o alergias y cáncer. Seguro que cualquiera de nosotros ha podido verlo padecer a alguien de nuestro entorno debido a su cada vez más alta incidencia entre la población. Medio mundo muere por la abundancia, mientras el otro medio muere por la hambruna, todo una paradoja.
Cómo debemos reducir nuestra grasa visceral
- Muévete con la barriga vacía. Esto quiere decir a primera hora de la mañana o cuatro después de la última comida. Solo esta situación permite a tu cuerpo usar la grasa como fuente de energía (Betaoxidación). Además te recomendamos que el ejercicio sea con una cierta deficiencia de oxígeno, que te obligue a salir tu zona de confort. Muévete 3-4 días a la semana.
- Come alimentos y evita los productos. Come fruta, verdura, tubérculos, carne, pescado, marisco, huevos, aceite de oliva y frutos secos.
- No comas más de 3 veces al día. Lo contrario implica que te pases todo el día haciendo la digestión. Cada vez que comemos activamos el sistema parasimpático, concentramos la sangre en el intestino, producimos insulina y bloqueamos la betaoxidación.
- Hidrátate con agua. Evita como norma el alcohol y reduce o elimina también el café.
- Duerme 8 horas y procura que tus horas de sueño se acerquen al bioritmo solar. Mejor si duermes de 23 h a 7 h que no de 00 h a 8 h.
Aunque las acciones propuestas estén enumeradas, todas tienen el mismo nivel de importancia. Podéis empezar, por tanto, por aquella que consideréis como un cambio en vuestro día a día más sencillo. Una recomendación es no hacer los 5 cambios a la vez, pues siempre será mejor empezar con “el mínimo cambio”.
Deja de vivir en un estado inflamatorio. Ahí la aparición de cualquier enfermedad está al acecho.
Autor: Carlos Pérez
Graduado en Educación Física y Fisioterapia.
Profesor y co-director del Postgrado Experto Universitario en Psiconeuroinmunología Clínica de Regenera.
Profesor del Máster de Medicina Natural de la Universidad de Santiago de Compostela.
Investigador colaborador en el proyecto Alimentación, microbiota y regulación de la inflamación